Cualquiera que haya salido de fiesta en cualquier parte del mundo ha visto el aspecto que puede tener una noche típica de discoteca y fiesta: vasos solos rojos, pajitas de plástico, cogollos de cigarrillo por todas partes -especialmente si estás en un local al aire libre, como ocurre en muchos locales de verano en Grecia- y mucho más. Lo que tal vez no hayas visto es el típico aspecto de la mañana siguiente, y no, no me refiero a la resaca, sino más bien a un montón de basura, generalmente grande y pequeña, en el suelo: ya sea el suelo del club o la arena de la playa. Ya hemos hablado en otras ocasiones de los problemas de la contaminación por plásticos y de las formas en que esto puede conducir a la contaminación marina: El 91% del plástico no se recicla y, sin embargo, se venden más de 1 millón de botellas de plástico por minuto en todo el mundo.
Las discotecas evolucionan en la medida de sus posibilidades: instalar sistemas de vasos reutilizables puede resultar difícil -incluso en una era sostenible- en un entorno posterior al COVID. Esto, combinado con el comportamiento de los consumidores en las discotecas, da lugar a espacios a menudo insostenibles, inaccesibles y quizá incluso inseguros, lo que da lugar a una vida nocturna insostenible. Otro aspecto de la vida nocturna insostenible pueden ser los edificios viejos e ineficientes energéticamente donde se celebran los eventos, un reto que puede ser difícil de afrontar. Amigos de la Tierra Alemania calcula que una discoteca consume tanta electricidad en un solo fin de semana como un hogar en todo un año.
Además, las bebidas poco respetuosas con el medio ambiente que se compran a los grandes distribuidores ignoran el lema sostenible de "comprar local". Por ejemplo, el ron se obtiene de la caña de azúcar, un cultivo insostenible asociado a la pérdida de biodiversidad, la contaminación del agua y el suelo y la erosión. Comprar bebidas "ecológicas" o más sostenibles puede suponer un coste elevado para los clubes y locales, un coste que suele repercutirse en el consumidor, con lo que se corre el riesgo de que la vida nocturna sea aún más inaccesible de lo que ya es. En total, según Amigos de la Tierra Alemania, una discoteca emite unas 30 toneladas de CO2 al año.
A pesar de ello, se ha avanzado en el replanteamiento de la vida nocturna en todo el mundo. Por ejemplo, la discoteca ecodisco de Londres pretendía cambiar la forma de entender la fiesta. Es el primer club de Londres que eliminará todos los plásticos de un solo uso en 2019. Su sistema suministró vasos de acero fabricados con soportes de tela para que la gente pudiera conservar sus vasos durante toda la noche, también sustituyeron el agua embotellada y diseñaron una gama de señalización reutilizable que se usaría en todos los eventos de ecodisco. Incluyeron un depósito de 2 libras que los asistentes recibirían al final de la noche cuando devolvieran sus vasos. En San Francisco, Temple Nightclub aprovecha la energía de la gente que baila utilizando Energy Floors. Los operadores pretenden utilizar el espacio del edificio de forma eficaz; por ejemplo, cultivando hierbas, verduras y guarniciones orgánicas para las bebidas en la azotea del edificio, mientras que Temple Nightclub también se ha subido al carro de las tazas reutilizables. El operador del club afirma que sus costes aumentaron en torno a un 10% en comparación con sus homólogos no ecológicos. En Berlín, Berlin Senate ayuda a los clubes a ser ecológicos: un proyecto de Amigos de la Tierra Alemania, en asociación con clubliebe e.V y la Comisión de Clubes de Berlín, se ha creado para ayudar a los clubes berlineses a alcanzar este objetivo.
Este es un ejemplo representativo de que el desarrollo sostenible no se consigue únicamente con medidas de eficiencia energética y energías renovables. El desarrollo sostenible es una mentalidad en sí misma, y un camino al que deben adaptarse muchos aspectos de nuestras economías. Sin embargo, esto también quiere decir que nos encontramos en una fase en la que las opciones más "sostenibles" en algunas de estas actividades económicas son inaccesibles para muchos grupos sociales, ya que suelen tener un coste mayor que el de una salida nocturna típica. Por lo tanto, no sería razonable abogar por el fin de todo consumo de ron -u otras bebidas de origen insostenible- bajo la premisa de que tenemos que volvernos ecológicos y tenemos que hacerlo ahora, ya que, a menudo, las emisiones del ocio nocturno no sólo dependen del comportamiento de los consumidores, sino también de la eficiencia operativa y del rediseño.
Traductor: Deniz Saygı